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Alfarería Atacameña

Entre las cuencas del salar de Atacama y el río Loa, en la Región de Antofagasta, aún viva en manos de pocos cultores subsiste una de las expresiones artísticas más antiguas de la cultura atacameña: la alfarería ancestral. Se trata de creaciones de barro cocido que conservan la cosmovisión del pueblo licanantay, portadores de la herencia del pueblo incaica que habitaba el lugar antes de la llegada de los españoles.

 

Para elaborarlas, los maestros artesanos continúan utilizando la tierra de la zona –rica en minerales y de un característico color–, cuyas propiedades fueron aprovechadas durante siglos por sus antecesores, para crear piezas utilitarias y ceremoniales. Figuras zoomorfas y antropomorfas simples, sin pigmentos decorativos, en los que la cultura atacameña despliega su potencial creativo, fijando representaciones de animales como llamas, ovejas, cabras y aves; y utensilios que se emplean en las ceremonias religiosas –hechos para cada persona de manera especial– o en las actividades cotidianas del hogar.

La técnica tradicional con la que le dan forma a los distintos cacharritos y vasijas es el modelado manual. Un oficio que los artesanos desarrollan y protegen desde que son niños. 

Recolectar el barro es para los artesanos una auténtica travesía. La tarea puede demorar días, en los que recorren a lomo de burro decenas de kilómetros de desierto y montaña, durmiendo con temperaturas extremas, hasta dar con las vetas que alojan la materia prima. Antes de recoger el barro y estudiar cuidadosamente las texturas, algunos realizan una pequeña ceremonia de petición y agradecimiento a la tierra.

Entre cantos ceremoniales de plegarias a la naturaleza los artesanos piden que el barro esté lleno de bendiciones, beben agua y luego challan: después de brindar vierten la bebida a la tierra en señal de respeto y agradecimiento; simbolizando la comunión que entrelazan sus manos, el barro y la presencia de sus ancestros que los acompañan como espíritu guardián. Solo entonces, con una pala de madera o un chuzo, extraen los trozos de tierra y los cargan en un balde. Existen tantas tonalidades y texturas de barro como zonas de extracción. 

La greda del sector de Río Grande, por ejemplo, también llamada ulla, brinda a la cerámica un brillo particular y tonos colorados y grises. Ahora, si la naturaleza lo permite, también se pueden encontrar trazas de oropel: una tonalidad que se da en menor medida, principalmente en sitios de extracción de uso y conocimiento restringido. 

La técnica tradicional con la que le dan forma a los distintos cacharritos y vasijas es el modelado manual. Un oficio que los artesanos desarrollan y protegen desde que son niños: a medida que alisan la superficie van dando con la forma deseada, remojando de tanto en tanto sus manos con agua para facilitar el trabajo. Las piezas son cocidas a fuego directo en improvisados hornos hechos con bosta animal, que como buen combustible mantiene la cerámica encerrada hasta que el material se consume. Entonces adquieren la dureza necesaria, convertidas en chullos, virques, jarros ceremoniales y alojeros, cántaros agüeros, ollas para arrope y chiche. 

Es un hecho que la base del desarrollo económico de los Atacameños siempre ha sido la agro-ganadería. Crían llamas, alpacas, ovejas y cabras, y de ellas obtienen la carne para alimento y las fibras textiles, como lana de oveja y fibra de camélido, con las que realizan tejidos de uso doméstico, para vestimenta o su comercialización. Sin embargo, solo una pequeña, pero dotada parte de ellos porta en sus manos la alfarería tradicional de su pueblo, albergada de generación en generación, y que hasta hoy se resiste a morir.

“Uno tiene que entregarse al barro y el barro se va a entregar a uno, si uno lo sabe enamorar. Hay un espíritu, la tierra con uno, que como que te llama: ‘Aquí estoy’”.- Elena Tito Tito, maestra alfarera Atacameña. En 2015 fue declarada Tesoro Humano Vivo por la UNESCO y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) por su labor y contribución a preservar y enseñar acerca de la alfarería tradicional de la cultura Atacameña. 

Retrato
Elena Tito, artesana alfarera reconocida en 2015 
como Tesoro Humano Vivo.

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  • 1 Narajnajo
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Material de la pieza +

  • 111 Cerámica
  • 35 Fibra animal
  • 11 Lana
  • 114 Madera
  • 51 Plata
  • 39 Tela
  • 1 Alpaca
  • 1 Cacho buey
  • 11 Cuero
  • 116 Fibra de alpaca
  • 120 Fibra vegetal
  • 320 Lana de oveja
  • 3 Metales
  • 3 Piedra
  • 13 Yeso
  

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