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Pozo Almonte:
los secretos de un tesoro textil

En la Región de Tarapacá, en el corazón de la desértica pampa del Tamarugal, está Pozo Almonte. Ahí viven diecisiete agrupaciones de artesanas y artesanos que se dedican a preservar, cual tesoro, la antigua herencia textil del pueblo Aymara. En telar de cuatro o dos pedales (este último, el más utilizado en Pozo Almonte), mujeres y clanes familiares entrelazan hilo de alpaca hasta dar forma a tejidos tradicionales, indumentarios o de uso doméstico, que en sus diseños y matices simbolizan la relación entre la naturaleza, el hombre y los códigos sociales de los primeros pueblos andinos que habitaron el territorio.

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En la Región de Tarapacá, en el corazón de la desértica pampa del Tamarugal, está Pozo Almonte. Ahí viven diecisiete agrupaciones de artesanas y artesanos que se dedican a preservar, cual tesoro, la antigua herencia textil del pueblo Aymara. En telar de cuatro o dos pedales (este último, el más utilizado en Pozo Almonte), mujeres y clanes familiares entrelazan hilo de alpaca hasta dar forma a tejidos tradicionales, indumentarios o de uso doméstico, que en sus diseños y matices simbolizan la relación entre la naturaleza, el hombre y los códigos sociales de los primeros pueblos andinos que habitaron el territorio.

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De los valles y las tierras altas de la cordillera, la mayoría de las artesanas, portadoras de este oficio desde que eran niñas, bajaron a Pozo Almonte buscando educar a sus hijos. Y asentadas allí, mediante un trabajo colaborativo, se pusieron a tejer. Primero con fibra de alpaca, que varias de ellas saben esquilar, escarmenar e hilar. Y luego con hilado industrial, menos trabajoso y más barato, pues pocos son quienes están dispuestos a darle un justo valor a las piezas hechas, de inicio a fin, en forma manual. A simple vista un paso hacia la “modernización”, el cambio de lo manual a lo industrial quebró una cadena de gran riqueza cultural, salvo por un eslabón: industrial o no, si algo preservan las tejedoras de Pozo Almonte es la técnica.

El hilo lo obtienen de proveedoras locales. En ocasiones lo tiñen, dependiendo del tono que busquen: anilina para tonos saturados, tintes vegetales para verdes, ocres y terracotas. Y luego lo trabajan utilizando uno u otro tipo de punto, como el cordellate o el ojito perdiz, según el tejido a elaborar. En un telar de cintura o en uno de cuatro estacas —ambos de origen precolombino—, crean piezas tradicionales como fajas, cintillos y algunas inkuñas, un paño cuadrado o rectangular, solo con listas o con franjas de diseños figurativos o abstractos, que se utiliza en ceremonias para posar sobre él sustancias vegetales, como hojas de coca. Y en telar de dos o cuatro pedales tejen piezas de uso doméstico, como pieceras y cojines, pero por sobre todo piezas indumentarias. A medida que la trama pasa por la urdimbre van tejiendo y a mayor cantidad de pedales, más complejo y laborioso es el tejido. En sus ponchos, frazadas, ruanas, chales y bufandas, se deja apreciar tanto la trama como la urdimbre, que mantiene vivo un frágil, pero riquísimo patrimonio intangible que la feria Tesoros de Pozo Almonte, organizada por Fundación Artesanías de Chile y Teck Quebrada Blanca,
buscan poner en valor. 

 

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En Pozo Almonte, al igual que en otras localidades donde se desarrolla la textilería Aymara, las artesanas planifican y confeccionan la pieza textil en base a las propiedades del tejido y su finalidad, sea este de carácter cotidiano o ceremonial.

TIPOS DE TELARES

Telar de cintura o faja (savu)
También utilizado en Mesoamérica, consta de dos varas paralelas al tejedor, una de las cuales se fija a un tronco o estaca y la otra se amarra a la cintura del tejedor. En él se confeccionan fajas y bolsos.

Telar horizontal (o de cuatro estacas)
Formado por dos varas paralelas sujetas con cuatro estacas clavadas al suelo, que permite hacer tejidos más finos, densos o de mayor tamaño, como la lijlla y talega. Aquí se utiliza la hillawa, palo delgado que se emplea para levantar el tejido; la vischuña o wichuña, que es un hueso de fémur de llama y sirve para ordenar los hilos; el jacchaña, que es el palo para pasar la lana y la vichicata o tijne, que sirve para juntar el tejido apoyándose con la vischuña. 

Telar de lizos o de dos pedales introducido por los españoles.
Adoptado por los hombres para la elaboración de telas, con las que luego se confeccionan todo tipo de vestimenta para mujeres y hombres, como por ejemplo el Aksu, vestuario tradicional que utilizan las mujeres Aymara. Cada textil posee un carácter sistémico, que se desarrolla de acuerdo a partes. Y un carácter simétrico, compuesto de dos partes iguales con un centro que divide a ambos.

PIEZAS TRADICIONALES AYMARA

Talega (en aymara: wayaqa o wayaja)
La talega es una bolsa que sirve para disponer distintos tipos de alimentos dependiendo de su uso, que puede ser cotidiano o ceremonial, como llevar semillas durante las siembras, guardar alimentos en bodegas y cocinas, y transportar víveres en los viajes —tanto de vivos como de muertos—, como también pueden ser rellenadas y vestidas, como si formaran entre varias un cuerpo humano o utilizadas en ceremonias de inicio de siembra.  

Las talegas se tejen en fibra de alpaca y poseen una textura fina y un diseño que intenta resaltar los tonos contrastantes del vellón natural. Su tamaño fluctúa aproximadamente entre los 30 y 50 cm, y según ello cada cual lleva un nombre: de 15 cm, por ejemplo, es llamada wayuña y se usa para contener la semilla de quínoa en el momento de su siembra. Y por sobre los 80 cm, se le llama costal.  

La talega se teje en forma de un rectángulo alargado. Una vez terminada, se dobla en dos formando una bolsa. Su costura siempre va por fuera, usando punto de hilván, muy tupido, lo que permite que el interior de la bolsa forme un cuadrado, figura importante para los Aymara porque todos sus lados son iguales: ninguno se destaca por sobre otro, sino que todos son parte de un conjunto.  

En las talegas se percibe claramente un centro, un eje medio que divide la bolsa en dos mitades conocido como Chimba o corazón. El diseño de las talegas está formado esencialmente por bandas alargadas, en los tonos naturales del vellón de alpaca. Si se observan con atención, se ve que los colores de las bandas se repiten de dos en dos, de modo que cada una tiene un par en la otra mitad de la bolsa, separadas ambas mitades por el eje central, estructura típica de un organismo vivo.

En las talegas que sólo llevan colores naturales, el centro es perceptible sólo por la disposición simétrica del diseño. En este caso, las tejedoras buscan marcarlo más definidamente seleccionando para la banda central algún tono que no haya sido utilizado en las otras bandas o, en su defecto, eligiendo un color contrastante al de las bandas vecinas.

Cuando a las talegas se les agrega un color teñido, el centro adquiere un desarrollo gradual. Aparece primero nítidamente diferenciado por vetas de colores vivos -dispuestas en degradación cromática-, que se instalan en sus bordes o en los bordes de las bandas adyacentes.

El lenguaje de las talegas tendría, así, una doble función: la de un mensaje inscrito sobre la tela (comunicación) y la de un rito ejercido sobre los objetos depositados en el interior (una eficacia mágico-religiosa). A las talegas de uso ceremonial se les conoce como Chuspa y se caracterizan por sus vibrantes y llamativos colores. En las ceremonias las usan marido y mujer. Las de color rojo están reservadas para los líderes de las comunidades.  

Incuña o Inkuña
La Inkuña es un paño cuadrado o rectangular que se usa en las ceremonias, donde se posan sustancias vegetales como hojas de coca y otros elementos relacionados con ofrendas rituales. La fina ejecución de algunas piezas, junto con la elaboración iconográfica, indica su uso: en rituales, con miembros destacados de las comunidades andinas. 

Estos textiles pueden estar adornados solo con listas o con franjas con diseños figurativos o abstractos. Tal y como ocurre con el resto de las prendas textiles del Intermedio Tardío, la técnica dominante de las inkuñas, para las partes lisas o sin decoración, es la faz de urdimbre. Y para las decoradas, la técnica de urdimbres complementarias. En medio suele estar la pampa o espacio continuo del tejido, que no contiene diseño, de color natural o teñido monocromático. 

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PARA VALORAR LA TEXTILERÍA AYMARA

En los pueblos andinos la textilería es una tradición arraigada desde tiempos prehispánicos. Esta consiste en entrelazar hilos o fibras entre sí, generalmente de origen animal, para formar un tejido. En telar o a palillo, las artesanas y artesanos dan forma a distintos textiles para su uso en comunidad, reflejando en ellos sus costumbres, cultura y diferentes significados.

Desde tiempos antiguos los seres humanos han utilizado la vestimenta para cubrir el cuerpo y satisfacer las necesidades de protegerlo y abrigarlo. Sin embargo, las prendas utilizadas no solo han cumplido esa función, sino que le han dado a la indumentaria un papel simbólico, pues juega un papel dinámico en la acción y comunicación social, mediando las relaciones entre la naturaleza, el hombre y su ambiente sociocultural. De esta manera, una persona al vestirse apela a sí mismo, a sus semejantes y al mundo, permitiéndonos ser reconocidos y reconocer al otro desde un punto de vista social. De esta manera podemos entender la importancia del color en la textilería andina.

Los textiles son el medio más adecuado para difundir mensajes y códigos compartidos socialmente. Cada cultura manejaba y aún maneja su propia paleta de colores, reconociéndose un repertorio de aproximadamente 800 matices en las culturas precolombinas. En ellos se refleja su cosmovisión y jerarquías sociales, a través de sus usos y combinaciones.

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Quiénes mantienen el oficio: el pueblo Aymara
El pueblo Aymara se ubica en el norte de Chile, al sur de Perú y en Bolivia. La población Aymara que reside en Chile se encuentra principalmente en la Región de Arica y Parinacota, así como en la Región de Tarapacá. La mayoría vive en zonas urbanas, aunque un quinto de la población aún habita en los valles y tierras altas de la cordillera.  

Las artesanas Aymara confeccionan tejidos de uso doméstico como ceremonial, representantes de su cosmovisión. Sus técnicas y estilos se han transmitido de generación en generación, principalmente a través de las mujeres, quienes desde muy pequeñas se inician en el arte textil.

Los pasos detrás del proceso productivo 

  1. Crianza del animal.
  2. Esquila: se corta el pelo al animal.
  3. Escarmenado o cardado de la lana de oveja o pelo de llama y alpaca para limpiar las suciedades.
  4. Hilado: formar el hilo con una herramienta que se llama huso, que tuerce y estira la fibra formando los cabos.
  5. Torcido: torcer dos cabos o más para formar una fibra más resistente.
  6. Teñido: dotar a las fibras de color.
  7. Tejido, en un telar o utilizando palillos de espinas de cactus.

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LOS CAMÉLIDOS SUDAMERICANOS Y SU FIBRA

En el norte del Chile, principalmente en las regiones de Arica y Parinacota o en la zona andina de Antofagasta, podemos encontrar camélidos sudamericanos como la llama, la vicuña, el guanaco y la alpaca. En la actualidad, la crianza de este tipo de animales sigue siendo la base económica y productiva de distintos pueblos originarios de dichos territorios, como el pueblo Aymara, Quechua y Atacameño o Lickanantay.

Para confeccionar textiles con fibras provenientes de estos camélidos, en Chile la más utilizada es la alpaca de dos razas: la Suri y la Huacaya, de propiedades distintas entre sí. El pelo de alpaca de la raza Suri es más suave y liso, mientras que el de la raza Huacaya es más áspera. Sin embargo, en ningún modo ello significa que una sea mejor que la otra, pues en ambos casos mantienen sus funciones y propiedades elementales. Así, más allá de su raza, las principales virtudes que tiene la fibra de alpaca son la fineza de la fibra, su suavidad y firmeza, y su paleta cromática natural, que consiste en más de 30 tonalidades. Todas estas características permiten el desarrollo del oficio textil de forma artesanal en la zona de los andes centrales en el continente sudamericano, dando muestras de trabajos finos, resistentes y de alta complejidad.

  1. La Esquila

En el proceso de la esquila se realiza la extracción de la materia prima del animal —en este caso pelo de alpaca o llama—, procurando ser lo más rápido posible para no estresar en demasía al animal. El procedimiento se realiza a través de sucesivos cortes de forma manual, con tijera o a máquina, por debajo del vientre, pasando luego por las extremidades hasta realizar los cortes por el resto del cuerpo.

Para obtener fibras de buena calidad, y que el folículo del animal tenga todas sus propiedades de crecimiento y composición, la nutrición es fundamental en este proceso. La resistencia que tenga un hilado y tejido de fibra animal responde directamente al tipo de alimentación que este obtiene durante su desarrollo. Y la calidad también depende de la ubicación corporal de cada animal. En el caso de los camélidos sudamericanos, el vellón, compuesto por el manto y las bragas, es más suave y fino en el dorso (manto), mientras que las bragas son más gruesas y menos suaves. El vellón de la zona del estómago del animal no se ocupa.

2. Escarmenado

En este paso, el vellón de llama y alpaca se limpia con las manos, eliminando los vestigios de polvo y suciedad. Solo después del hilado la fibra se lava. Y en el caso del vellón de llama también se extraen las cerdas o vellosidad del animal.  

3. Hilado y torcido

El hilado de fibras de origen animal consiste en dar forma de hilo al vellón, transformándose en un cordón con la resistencia, longitud y diámetro necesario para formar parte de un tejido: fino, medio o grueso. Este proceso es realizado de forma manual por las artesanas Aymara. En primer lugar, el vellón se estira con las manos para ir adelgazándolo. En segundo lugar se enrolla en la muñeca o en la mano, y de un extremo se amarra al huso (conocido también como rueca o pushka). Esta herramienta tiene en la parte inferior un contrapeso (tortera), que sirve para hacerlo girar en su propio eje, mientras con sus dedos las artesanas van formando el hilo y luego enrollándolo en el huso.

El hilado, las mujeres Aymara lo realizan en cualquier momento, entre sus actividades cotidianas, a veces caminando y otras veces mientras están pastando sus animales, pues se trata de una habilidad que aprenden desde muy pequeñas, desde los tempranos 6 años. 

Cuando van hilando las artesanas van humedeciendo la fibra con sus dedos, ya sea con agua o con saliva, que permite que la fibra quede más dura y firme. 

Posteriormente, las artesanas Aymara siempre realizan un doble torcido de dos cabos. Este debe ser realizado en el sentido contrario del hilado, para que obtenga la resistencia requerida. Y a veces incluso realizan un sobre torcido, es decir uniendo más de dos cabos, como por ejemplo en el tejido de las fajas Aymara (wak’a). 

Una vez hilada la fibra, se lava con detergente.

4. Teñido de la fibra y la importancia del color

Las fibras de origen animal puestas en madejas, pueden ser alteradas en su color de origen a través de un proceso por el cual se le otorga una característica cromática diferente. Para ello, las artesanas utilizan elementos provenientes de la naturaleza, de origen vegetal, como cortezas de árboles, barro, frutas o verduras e incluso flores, de origen mineral, y origen animal. También, en algunos casos, ocupan  elementos químicos como la anilina.

Es importante resaltar que el tinte de origen natural da tonos suaves y delicados, los que siempre cambian de color, ya que depende del clima y la fecha de su extracción. nos servirá para teñir. Además, debemos tener presente que al obtener elementos naturales, solo se debe sacar lo que se necesita, respetando el ecosistema, por lo que el vegetal utilizado como materia prima solo se corta, no se arranca.

5. Teñido de la fibra y la importancia del color

Las fibras de origen animal puestas en madejas pueden ser alteradas en su color de origen mediante un milenario proceso que les otorga una característica cromática diferente. Para ello, las artesanas utilizan elementos provenientes de la naturaleza, de origen vegetal, como cortezas de árboles, barro, frutas y verduras, e incluso flores, de origen mineral y animal. Como también, en algunos, casos con elementos químicos de origen no vegetal, como la anilina.

El resultado de los tintes de origen natural son  tonos suaves y delicados, que varían entre sí, dependiendo del clima y la fecha en que haya sido extraído el elemento que se utilizará para teñir. Nada se arranca, todo se corta, siempre cuidando obtener lo justo y necesario, respetando el ecosistema.

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Los tintes andinos

En Mesoamérica como en los Andes dos de los tintes más destacados son el rojo y el azul. El rojo intenso proviene de dos fuentes principales, uno de origen vegetal, de las raíces de un arbusto (Relbonium sp.), y otro de origen animal, que se obtiene del extracto de la cochinilla, un insecto parásito de una especie de cactus (la tuna), que se deja secar para luego molerlo en morteros. Para obtener diferentes rojos, se mezcla, con jugo de limón, piedra lumbre o sal. El resultado: alrededor de 24 variaciones de tonalidades. 

La gama del azul se consigue de una papa negra que crece en el altiplano andino, aunque lo más común es obtenerlo a partir de una planta de la misma familia que el índigo asiático. El azul intenso, por ejemplo, se prepara combinando esta planta con sustancias minerales, que sirven para intensificar el color, conseguir matices y fijarlo a las fibras.

Tintes en el pueblo Aymara

En el pueblo Aymara se usan tantas madejas teñidas como madejas de colores naturales, que se encuentran en tono blanco, negro, grises y variedades de café. Estas últimas se obtienen a partir de queñoa, la corteza de un árbol propio del altiplano, capaz de vivir sobre los 3.000 m.s.n.m. Para obtener verde, las artesanas usan la umatola. Para un color mostaza claro y variedad de amarillos, bienvenida es la sipotola.  La lampaya da un color como ladrillo oscuro u ocre. Para los tonos rojos y morados se utiliza la cochinilla.

Sea cual sea la fibra, la temporada de recolección es entre mayo y agosto. Y antes de recolectar, ni más ni menos que lo estrictamente necesario, las artesanas le piden permiso a la Pachamama, la madre Tierra. Para teñir 10 kilos de lana, por ejemplo, se requiere alrededor de 1 kilo de hierbas. 

Desde la década de 1850, cuando se inventó la anilina o tintes sintéticos, poco a poco las artesanas Aymara lo incorporaron. De ella obtienen tonos más fuertes y brillantes que los naturales. Colores saturados como el azul, el naranjo, el fucsia, el amarillo y variados tonos de verdes. 

Uso del color y diseños  en la textilería Aymara

Esa combinación de colores, formas y líneas es la que conforma el lenguaje visual y simbólico de sus piezas, que en sí mismas expresan mensajes y códigos culturales que hablan de la economía local, los procesos históricos y las estructuras sociales, entre otros.

La importancia del contraste de la luz y sombra

Si se trata de colores, hay dos elementos que permiten expresar y materializar esta concepción Aymara de un presente de discontinuidad lumínica: allqas y k’isas. El tejido en allqa caracteriza al conjunto de bolsas dedicadas a las labores agrícolas, como talegas y costales. Son ellas las que deben ser usadas en estas actividades y no otras, debido precisamente a su diseño. Las allqa permiten expresar lo contrastado, aquello que es diferenciable visualmente y que expresan el equilibrio sombra-luz. Son estos contenidos los que se tejen en los textiles dedicados a las labores agrícolas que, por excelencia, están asociadas siempre a la cultura.

El término allqa se refiere a todo lo contrastante, como el color del pelo de una llama o alpaca, lagunas y trajes. Y allqa pueden ser diferentes combinaciones de colores o  valores tonales (blanco-negro, azul-naranja, amarillo-morado, claro-oscuro). Es un término que permite nombrar situaciones de contraste y que para ser plasmado como diseño en los textiles requiere un enlace: una conjunción entre lo diferenciado. De allí surgen esas pequeñas franjas tejidas que, al combinarse, atenúan la oposición del allqa. Sin mediación en cambio, esta oposición de colores puede significar una ruptura, el caos o la muerte. Para los rituales funerarios de la comunidad de peine (al sur del Salar de Atacama) se usaban por ejemplo tejidos blancos-negros, sin mediación alguna, al igual que en los trajes de fiesta (diabladas). Se asocian así directamente al peligro de un contraste no atenuado.

Las k’isas son otras combinaciones de tejido, que expresan características del presente. Se considera que estos diseños son lo más bonito que se puede tejer, pues representa la luz en el tejido. Se trata de degradar la luz en escala de colores, del más oscuro al más claro. Puede ser de colores naturales o teñidos, que representan el arcoíris. Como estructura las k’isas deben mantener un equilibrio entre la cantidad de sombra y luz de sus colores. Para ello el proceso debe ser controlado.

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