Desde la llegada de los españoles, e influenciado por las órdenes franciscanas, en Chile la escena del nacimiento ha sido retratada ampliamente por la cultura popular. Para ello, establecidos a lo largo y ancho del territorio, hasta en los lugares más recónditos las maestras y maestros artesanos incorporan materias primas propias de su entorno, con las que retratan elementos comunes, pero cargados de identidad: una mujer tomando mate, un hombre vestido de poncho y chupalla, chanchos, vacas y cabras a su alrededor, todos dispuestos en un establo con forma de ramada. Al trío de figuras que componen la Virgen, San José y el niño se le reconoce como Nacimiento, mientras que el Pesebre se refiere a la escena que incluye, adicionalmente, a más personajes y animales, además de la pesebrera.

Este Pesebre fue bordado por las Bordadoras Lomas de Macul, una agrupación que nace en la década del 80, cuando una decena de mujeres comenzaron a reunirse en la parroquia San Luis de Macul para registrar con hilos la vida en la urbe. Con el paso de los años, lo que comenzó como una forma de encontrarse se convirtió en su oficio; bordados que se caracterizan por puntadas simples, pero representativas, sobre retazos de telas de colores, que dan cuenta de la particular forma en la que pasa el tiempo en la ciudad.