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Entrevista: Tanya Hirsch Medina.
Fotografía: Hisashi Tanida Becerra.
A inicios de los 2000, dos mujeres llamadas Beatriz viajaron juntas a la Región de Biobío y se adentraron en el campo profundo. Beatriz Navarrete era la directora de una nueva fundación impulsada por la Primera Dama, Luisa Durán, dedicada a las artesanías. Beatriz Espinoza era una ceramista que integraba el comité asesor. Iban en busca de otro grupo de mujeres, que habitaba una quebrada. Se decía que mantenían, generación tras generación, una técnica de alfarería de fino acabado. Era la agrupación de artesanas de Quebrada de las Ulloa.
“Cuando llegamos ahí, sube y baja entre los cerros, quedé maravillada. Era un colectivo de mujeres proactivas y luchadoras que estaban tremendamente organizadas”, rememora Beatriz Espinoza.
Ese día, las representantes de la Fundación y las artesanas llenaron la primera orden de compra programada de la institución. La adquisición consistió en una colección de piezas de cerámica de color café rojizo oscuro, que luego se puso en venta en una tienda ubicada en Bellavista, Santiago.
Dos décadas después, la agrupación de artesanas de Quebrada de las Ulloa sigue siendo parte de una red que ya alcanza 2.500 cultores de todo el país. Beatriz Espinoza, por su parte, acaba de ser nombrada la primera presidenta de Fundación Artesanías de Chile por el Ministerio de Las Culturas, Las Artes y El Patrimonio, en reconocimiento a su vasta trayectoria en arte popular , artesanía, conservación, patrimonio, folklore, identidad cultural, museología, docencia y academia.
Hasta 2022, esta institución y ocho más integraban la Coordinación Sociocultural de la Presidencia y eran presididas por la Primera Dama de cada gobierno. Entonces, Irina Karamanos impulsó su cierre y el cambio de estatutos de las Fundaciones. Buscaba una innovación institucional capaz de aportar a la democratización y profesionalización de estos espacios.
Siguiendo este proceso, el 4 de mayo de 2023, en una ceremonia encabezada por Irina Karamanos, el Ministro de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Jaime de Aguirre, y la Directora Ejecutiva de la Fundación, Leslye Palacios, se entregó la nueva presidencia del directorio de Artesanías de Chile a Beatriz Espinoza (lee más aquí).
Actualmente, también es Presidenta de la Alianza Regional para América Latina y el Caribe del Consejo Internacional de Museos ICOM–LAC, y ha sido colaboradora de organismos como UNESCO. Espinoza cuenta con profundos conocimientos de la Fundación Artesanías de Chile, habiendo sido integrante del Comité Asesor desde sus inicios.
“Detrás de esta presidencia hay una experiencia profesional de la cual me siento orgullosa, pero también una mujer común y corriente que tiene un marido, cuatro hijos, que se dedica a crear y experimentar con arcilla, y que trabajó en poblaciones populares con mujeres muy desvaloradas, que encontraron una forma de expresión a través del oficio artesanal”, agrega.
Su primer contacto con la artesanía fue cuando inició sus estudios en la Escuela de Artes Aplicadas, que luego terminó en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile, donde se tituló profesionalmente como ceramista.
“Desarrollé una investigación sobre el uso utilitario de la cerámica en Pomaire. Esa fue la primera vez que estuve en contacto directo con el mundo artesanal, que en este caso tenía mucho que ver conmigo y mi desarrollo académico”, cuenta desde una de las salas de Casa Velasco, sede central de Fundación Artesanías de Chile.
Al egresar, postuló a una vacante académica en su alma mater, sin imaginar que se quedaría allí durante años, a cargo de la Colección de Cerámica del Museo de Arte Popular, en el edificio de Bellas Artes del Parque Forestal.
Muchos años después, cuando asumió doña Luisa Durán como Primera Dama, la Fundación Tiempos Nuevos la convocó a trabajar en la casa de Antonio Varas. El cargo directivo lo ocupaba Kerima Briceño, quien invitó a artesanas, artesanos y un par de especialistas de la Universidad de Chile y la Universidad Católica para formar un pequeño comité de selección de artesanía. Posteriormente, Beatriz Navarrete tomó el cargo de directora ejecutiva y formó un Comité Asesor integrado por cuatro especialistas: la antropóloga Angelica Wilson, el arquitecto Salim Rabi, y las artistas visuales Dina Medvinsky y Beatriz Espinoza Neupert.
“Lo más enriquecedor fue que, como veníamos de distintas disciplinas, también eran distintos nuestros enfoques; había una mirada más centrada en el sujeto y otra dirigida hacia el objeto, y se complementaban”, reflexiona.
¿Cómo incidió la creación de este comité en el destino de la fundación?
Cuando el comité asesor se conformó, el trabajo ya no era sólo revisar la situación de los artesanos y seleccionar los productos, sino desarrollar lineamientos que venían definidos por la directora, que era arquitecta de profesión, pero también una persona muy inquieta culturalmente, con un amplio sentido patrimonial. Los tres ejes que se definieron ahí siguen siendo hasta hoy los pilares de la fundación: comprender la artesanía desde su dimensión social, cultural y económica.
¿Cómo se materializaron estos ejes en el trabajo por venir?
Significaron integrar un grupo de reflexión académica que trabajaba colaborativamente con los y las artesanas. Una red pequeñita que se fue nutriendo de la base de datos del Almacén Campesino que tenía el Centro de Estudios de la Mujer, del boca a boca y del trabajo en terreno. No giraba sólo en torno a las artesanías, sino a las expresiones populares como el objeto o la producción de identidad, expresiones que tenían un lenguaje común y que nos permitían identificarnos como integrantes de este territorio.
¿Hay algún hito en particular que represente ese salto?
Recuerdo particularmente el día en que inauguramos una gran exposición en el edificio de la Telefónica, gracias al apoyo de la presidenta Luisa Durán. Creamos un mapa volumen gigante que trabajamos con gran esfuerzo, y que destacaba los territorios que eran centros culturales de producción artesanal. Esa exposición fue una ventana para mostrar que en Chile no sólo había artesanía, sino una riquísima diversidad de ella a lo largo del país.
Desde entonces han pasado dos décadas y varias presidencias. Hoy, desde tu rol como la primera presidenta en ser elegida por su trayectoria, ¿cuál es la impronta de este liderazgo?
No podemos dejar de poner atención a cómo viven los artesanos y artesanas, la honestidad con que la gran mayoría de ellas se dedica a ese mundo creacional que trabajan con tanta dificultad y, aún así, persiste. Siempre está el fantasma de que estos oficios se pierdan con los cambios generacionales. ¿Ha pasado antes? Sí y no. Muchas veces desaparecen porque no logran el sustento para sobrevivir. Pero luego vuelven a aparecer y con fuerza. Hace muchos años conocí y entrevisté a las loceras de Talagante, doña María Luisa y Olga Jorquera. Sus hijas, en ese tiempo, no se dedicaban al oficio por diversas razones. Pero hoy son ellas quienes preservan esta tradición artesanal. Hay oficios que se mantienen, que están vigorosos con cultores que sostienen las prácticas. Son ciclos. Lo importante es sostener los espacios de valoración para que efectivamente se mantengan vivos, porque otras veces sí desaparecen para siempre.
¿Cuál es el estado actual de la artesanía en Chile?
En este momento diría que el desarrollo, en general, está estable, pero es necesario recoger el dato duro, estar siempre en terreno. En el norte tú ves que las agrupaciones de textileras aymara están bien, pero hay un montón de otros artesanos de la zona que están absolutamente abandonados. Hemos llegado a muchos, y muchos han llegado a nosotros, pero no son todos. Esa es una tarea importante que sigue vigente: vincular a los artesanos que están aislados y precarizados.
¿Cuál es tu opinión sobre el proceso que embarcó Irina Karamanos, que implicó disolver la figura de la Primera Dama y traspasar las fundaciones que pertenecían a la red, como Artesanías de Chile, a los ministerios?
Lo encuentro valioso. Hay una audacia de doña Irina Karamanos al atreverse a cortar una tradición que estaba enclavada en la política y en la administración del Estado, y tomar el desafío de profesionalizar las presidencias. No quiero fallar en esta tarea y estoy optimista. Tenemos un gran trabajo por delante y en eso creo que voy a contar con varios colaboradores. Si hay algo que me ha permitido la Fundación, en todos estos años trabajando en ella, es conocer una realidad humana maravillosa que imagina, crea y se expresa a través de formas.
