Pedro Lizana: “Mi trabajo siempre ha sido para las minorías y las comunidades periféricas”

Por Antonia Cordero Rodríguez.
Fotografía: Lydia González Hernández.
Realizador: Hisashi Tanida Becerra.

Pedro Lizana Araya (46) lo dice sin tapujo: “Yo era un artesano errante, itinerante, vagabundo incluso”, cuando recuerda sus inicios a los 16 años, haciendo trencitas y aros a la orilla de las playas del litoral central. Sus primeros pasos formales los dio en 1996, saliendo de cuarto medio, en un liceo para adultos de La Florida, donde tomó cursos de artesanía laboral. Aprendió a usar alicates y pinzas y a cortar láminas de metal, y con su primer diploma en mano nunca más paró. Entró como ayudante al taller de un joyero -Enrique Borgoño, recuerda bien- para aprender a trabajar la plata y el oro; tomó todos los cursos de formación que pudo a través del Sence y Fosis, y en 2006 ingresó a la Universidad de Chile para cursar el ciclo básico de Artes. Cuatro años después armó su mochila y partió a estudiar Artes y Oficios del Fuego en la Universidad Nacional de las Artes de Buenos Aires.

Allí aprendió especialmente sobre esmaltes en metal, pero también de cerámica y alfarería. “Cuando chico siempre tuve esa habilidad con los metales. Agarraba un palito de helado, lo tallaba y después con alambres hacía un minero. Eso lo hacía por instinto”, reflexiona hoy, y agrega: “la artesanía se cruzó en mi camino en un momento de necesidad, fue algo que llegó a ayudarme a madurar y que me abrió las puertas para hacer una carrera”.

Volvió a Chile en 2014 transformado en un maestro, pero tampoco se detuvo ahí. Y es que Pedro siempre tiene un proyecto en mente. Un objetivo claro: acercar su oficio a las minorías y a las comunidades periféricas. “Son siempre los que tienen problemas de acceso. Este año quiero presentar un proyecto para trabajar con los cabros del Sename para enseñarles joyería, para que le tomen el valor a hacer su propio trabajo”, cuenta.

¿Cómo empezaste a ganarte un espacio en el mundo de la artesanía?
Hace 20 años yo recorría el barrio Bellas Artes callejeando, ofreciendo mis trabajos de joyería y esculturas en pequeño formato y, en ese tiempo, a la persona que estaba a cargo de la tienda del Museo Nacional de Bellas Artes le gustaron mis piezas y empecé a vender mis trabajos ahí. Eso me abrió una puerta porque pude ofrecer mis obras a museos. Estaba en el Museo Precolombino, en el MAVI y en el Centro Cultural La Moneda, entre otros. Trabajaba dos meses en el taller, entregaba y me iba a viajar un mes. Partía a Punta Arenas e iba tienda por tienda ofreciendo mis piezas, buscando lugares donde vender. Después volvía a Santiago, estaba dos meses y viajaba a Iquique haciendo lo mismo.

¿Viajando empiezas a hacer tus primeros talleres?
Sí. Si bien ya hacía talleres más pequeños, en el año 2010, con este bichito de viajar, me dieron ganas de conocer Rapa Nui. Organicé un proyecto que se llamó Primer Taller Insular de Orfebrería y Reciclaje Artístico. Postulé a un Fondart y no me lo adjudiqué, pero como yo soy porfiado lo autogestioné y me fui igual a Isla de Pascua por un mes. Con eso se me abrió una ventana gigante de empezar a hacer talleres a las comunidades y, al mismo tiempo, me voy dando cuenta de la importancia de los proyectos de reutilización y reciclaje. En 2014, mientras aún estudiaba en Argentina presenté nuevamente este proyecto, pero para la Isla Robinson Crusoe, en Juan Fernández, donde la basura metálica es un problema, y de ahí salió un trabajo muy bonito como de 15 esculturas de cobre a partir de metales de deshecho, como latas de bebida, de conservas, alambres. Entremedio también me empezaron a interesar los encuentros de las Artes del Fuego que se hacían en Perú, Colombia, Argentina y Brasil, y nació la idea de gestar el primer Encuentro Nacional de las Artes y Oficios del Fuego en Chile en el año 2018.

¿Cuál era el objetivo de realizar ese encuentro?
El objetivo era congregar a maestros artesanos para tener instancias de formación. Tuvo tal repercusión que empezamos a generar este proyecto de manera anual. Las dos primeras versiones se hicieron de manera autogestionada y en 2020, en plena pandemia, lo presenté a Fondart y me lo adjudiqué. Así pudimos hacer el tercer encuentro con fondos públicos y este año se va a hacer el quinto encuentro, donde mi idea es que vengan maestras a enseñar el oficio a las nuevas generaciones artesanas, ya sean urbanos o de diferentes lugares.

Siempre estás en movimiento, con algún proyecto o meta en mente. ¿Cuál es tu próximo objetivo?
Bueno, yo soy bueno para autogestionar. Mi meta ahora es llegar a la Antártica junto a otrxs tres artesanxs, en el marco de un proyecto que se llama Difusión de la ciencia a través de la artesanía. En la Antártica también hay comunidades, una pequeña escuela con 3 o 4 alumnos, por eso nos gustaría llevar algo y dejarlo ahí, algo que diga que los artesanos de Chile estuvieron en este lugar tan extremo. Para mí sería increíble dejar una enseñanza de lo aprendido en el camino en este territorio. Todo este cuento de la descentralización nace en mí para llevar muestras culturales fuera de Santiago, a los límites más extremos, como fue Isla de Pascua, como fue Juan Fernández. 

También has participado en instancias internacionales, cuéntanos sobre eso.
En noviembre de 2022 me invitaron a trabajar una escultura en el liceo público más antiguo de Europa, inaugurado por Napoleón Bonaparte en Francia. Ahí estuve trabajando reciclaje escultórico con las chicas y chicos del liceo y dejamos una obra gigante, un globo terráqueo que mide como dos metros por un metro ochenta. Y bueno, me vine porque participé, por segunda vez, en el Festival de Artesanías de América, que se realiza en Cuenca, Ecuador, que es uno de los más grandes de Sudamérica. Ahí fui el primer invitado de Chile sin Sello de Excelencia. Era un requisito, pero cuando yo envié mi trabajo, porque eso no me detuvo, les gustó tanto que no les importó que no tuviera el sello.

Estas ganas de llegar a los extremos, a las comunidades periféricas, ¿cuánto tiene de tu recorrido personal?
Todo esto es resultado de haber sido siempre porfiado, siempre tozudo. Si bien yo ahora tengo mi taller en San José de Maipo, yo nací en Puente Alto y mi vida fue una vida de campamento, donde las posibilidades de reinserción social son mínimas, entonces siempre tuve esa mirada de ver más allá. Y por lo mismo mis trabajos siempre han sido destinados a las minorías, a las comunidades periféricas, porque son ellos los que realmente necesitan más. En estos momentos de mi vida estoy apuntando a mis colegas artesanos y a hacer talleres a niños porque ellos son las nuevas generaciones, el futuro. Agradezco el espacio que se le está dando a la Artesanía Urbana también, porque no somos ni chicha ni limonada, no tenemos apellido de pueblo originario, pero igual hay un trabajo de por medio. Yo no voy por ese lado de la división, no me cuadra, porque pucha, ¿qué queda para los que nacimos en la pobla? Hoy en día mi trabajo habla por mí y hasta ahora me ha llevado lejos y espero llegar más lejos. A la Antártica ojalá. Esa es la meta. 

*Encuentra las piezas de Pedro Lizana en nuestra tienda física de aeropuerto (ver ubicación y horarios aquí).