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«Oficio de hombres»
“Soy orfebre Aymara. Este oficio no es de herencia femenina. Lo hacían principalmente los hombres, pero como en mi comunidad no habían hombres que estuvieran realizando este trabajo, lo empezamos a hacer las mujeres”, dice María Gómez Soto, quien aprendió a trabajar la platería hace más de 13 años en su Comunidad Indígena Choquelimpie Marka Janko (que significa “pueblo blanco” en aymara), ubicado en Arica.
“Me ha permitido saber que puedo realizar un oficio tan milenario y me siento orgullosa de eso. Sin saber nada, lo aprendí y me gusta. Me siento muy orgullosa de, al menos, acá en la zona norte, ser una de las pocas mujeres que estamos quedando ya en este oficio”.
María se asoció con su compañera Mercedes Mamani Huanca y juntas son el Taller Qullqina Ampara (manos de plata). Ambas buscan rescatar y difundir el oficio de la orfebrería aymara a través de la creación de joyas utilizadas tradicionalmente en el contexto de rituales y de fiestas “patronales”, o bien, como parte del traje tradicional iksu.
“También les vendemos a las mujeres que no son andinas. Les llaman la atención estos zarcillos que ya no se están haciendo y que son de una cultura milenaria. Son piezas con historias, hechos por mujeres Aymara, con mucho cariño para las otras mujeres”.
“Cada trabajo que hacemos lo estamos realizando a una mujer, lo hacemos como si fuera para nosotras. Y me encanta ser mujer y poder exhibir mis aros en las fiestas patronales”, agrega.
Conoce las piezas realizadas por estas cuatro artesanas en por y para mujeres, aquí.
«Entregar cariño»
“Aprendí a tejer observando a mi abuelita y mi mamá. Ella terminó perfeccionándome en el tejido a telar mapuche. Empecé a tejer a los ocho años y ya llevo 52 años de experiencia”, señala Isabel Currivil Nahuel, artesana de Padre Las Casas, en La Araucanía.
Pese a que este oficio es desarrollado en su mayoría por mujeres, Currivil ha impartido clases a hombres. Cuando les pregunta cuál es el interés que los lleva a aprender el tejido, “por lo general, me dicen que es para recordar a su mamá, a su abuelita o porque es bonito”, comenta.
Isabel pertenece a la Asociación Küifi Kimün, un grupo de 11 mujeres textileras mapuche que llevan 14 años compartiendo juntas en la comuna Nueva Imperial. Se ven una vez al mes para preparar y organizar el trabajo que entregarán a la Fundación Artesanías de Chile, para su posterior venta.
“Nos llamamos, nos saludamos para los cumpleaños, los fines de año hacemos un almuerzo rico, jugamos a la amiga secreta. También compartimos los colores que descubrimos de la naturaleza, llevamos una hebrita de hilo pa’ demostrar el color y compartimos qué fijador de color ocupar”.
“La artesanía pa’ mi es lo más grande que tengo. Para mí es riqueza, para mí es cultura, para mí es alegría, felicidad hacer los diseños. Me llena el alma, el cuerpo, todo. Me ha servido para darle la educación a mis hijos, para alimentarme, para vestirme, para el abrigo de mis chiquillos también”.
“¿Qué es lo que más me gusta de ser mujer? Entregar cariño, enseñar, ser mamá, ser inteligente, ser capaz”, concluye.
«Lo malo, lo bordamos con alegría»
Silvia Yáñez Vásquez es bordadora de Niebla, en el delta del río Calle Calle cerca de Valdivia, en la región de Los Ríos. Lleva más de 20 años en la agrupación cultural, social y artesanal Bordadoras de Miramar. “Aprendí el oficio en un grupo delegado por la bordadora Hilda Gallegos Bertuline. Comenzamos escuchando música de Violeta Parra, y ahí tratamos de bordar viendo sus videos, rescatando nuestra identidad”.
A través de la técnica de la lanigrafía, retratan escenas de la vida cotidiana en el borde costero del sur de Chile, siendo reflejo de sentimientos y percepciones desde el rol femenino. “Mis bordados son relatos de la vida cotidiana con identidad, hechos con amor y sentimientos por mujeres. Lo malo, lo bordamos con alegría”.
“Nuestro grupo está formado por niñas, señoras y señoras adultas mayores, donde también estamos enseñándole a las nietas de las mismas bordadoras que estamos participando en el grupo. Somos muy creativas, soñadoras, trabajadoras, siempre para sustentar nuestro hogar.
En este mes invito a todas las mujeres que nos apoyemos entre nosotras y a ser valoradas, inteligentes. A que participemos en grupos porque hay mucho que aprender. Yo lo hice y me siento súper bien. Participé en muchos grupos donde me siento muy empoderada. Este 8 de marzo, tenemos que celebrarlo como realmente lo merecemos”.
«El arte de tejer con pelo de caballo»
El arte de tejer con crin caballo tiene más de doscientos años. Sus cultoras, de la localidad rural de Rari, una localidad de la región del Maule, elaboran microcestería tradicional utilizando pelo de la cola del caballo. Desde años inmemoriales, eran las mujeres quienes tejían a mano miniaturas ornamentales, representando su entorno campesino.
“Es una artesanía creada por mujeres y para mujeres”, menciona la artesana Nancy Cortínez Rebolledo. “El hecho de todas desarrollar el mismo oficio hace que tengamos una conversación y tema en común. Me hace sentir que las mujeres tenemos la capacidad y la fuerza para salir adelante. La educación de mis hijos está pagada casi en su totalidad con los crines”.
