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Entrevista: Tanya Hirsch Medina.
Fotografía: Hisashi Tanida Becerra.
“Tengo una leve inclinación”, confidencia Connie Achurra entre risas, apuntando al mesón de su cocina, famosa en redes sociales. Intentó apilar ahí su colección de artesanías, pero no tuvo éxito: son demasiadas y arriesgan a caerse por los bordes. La conductora de televisión, radio e influencer (con más de un millón de seguidores) especializada en recetarios y secretos de cocina, también es madre de dos adolescentes. Sostiene un ramillete de cucharones de madera: “Una cuchara de palo es irremplazable. Tengo la cocina llena. Mientras más viejas, más ricas, porque se van agüachando. Todos tenemos una cuchara de palo favorita, mi abuela también la tenía”, dice sobre la mujer que le enseñó a cocinar.
En la cocina de su abuela todo era de greda: “Las pailitas para los guisos, los porotos y las lentejas eran fundamentales. Siempre había alguna que estaba sin la orejita y a uno cuando chica le daba risa eso, que te tocara la sin oreja. Un pastel de choclo nunca va a ser lo mismo en una paila de greda que en una fuente, por muy buena que sea. Es que sin querer queriendo, la artesanía le va dando un sabor a la comida. Las piezas de artesanía guardan los sabores que han ido quedando con el paso del tiempo”.
¿Qué piezas heredaste de tu abuela?
Aparte de las cucharas de palo, pocillos de greda, canastos de fibra vegetal, mi mortero. Este mortero, que lo rescaté de la casa de la playa de mi abuelita, lo usábamos en el verano para moler nueces, almendra, ajo, cilantro. Es parte de mi infancia, del mobiliario, de las cosas que estaban en la cocina siempre. Siempre iba acumulando cachureos y mi abuela reclamaba: “¡no me metan cosas en el mortero!”. Es una pieza hermosa, llena de historia, la adoro. Es un tesoro absoluto. Ahí, en la piedra, hay una cantidad de sabores que han ido quedando con el paso del tiempo.
Vemos muchas piezas de artesanía aquí en tu casa: decoraciones, vestimentas, accesorios, implementos de cocina. ¿Cuáles son tus favoritas?
Definitivamente las que sirven como herramienta para un fin. No es porque estemos aquí, hablando de artesanía, pero me pasa que son las piezas más bonitas que tengo. Las uso en lo cotidiano, pero también las reservo para fotos y material para mis redes sociales. Cuando quiero que un plato se luzca más de lo habitual, uso artesanía. Hay un vínculo con las piezas de artesanía que no se forma con un producto del retail. Tiene que ver con el hacer: hay un valor enorme en la persona que hace, los materiales que usó y el proceso que siguió… Eso es lo que hace que una pieza se convierta en un tesoro: su historia. A partir de la historia uno quiere, aprecia y cuida.
¿Cuál es la historia de estas piezas?
Muchas de estas piezas de cerámica gres son de Gina Negroni, una artesana que es parte de la red de Fundación Artesanías de Chile. Nos conocimos por redes sociales y me fascinó su trabajo, así que le encargué una serie para las fotografías de mi segundo libro (“Cocina Sana y Feliz 2”). Hay otras piezas que son de Cerámica Gres Violeta (de la ceramista Norma Pedrero), que tienen la medida perfecta para una lasaña, un pastel de choclo, un guiso para mí y mis niñas. Los pocillos de Patagonia Gres, una artesana de Valdivia, son los que siempre ocupo para los postres individuales, la leche asada. Una pinza de madera que me trajo mi mamá del sur. Todas las cucharas que me traje de un verano en Chiloé…
Muchas de estas obras vienen desde muy lejos. Son piezas de uso cotidiano en zonas remotas que también son útiles aquí en Santiago.
Exacto, y esa es la gracia. Son piezas útiles, atemporales y eternas. Es un poco como mi mortero: invencible. Por lo mismo, son piezas que uno recibe y da. Que va heredando, guardando, compartiendo. Van quedando en la familia y van marcando los espacios.
Viene el Día de la Madre. ¿Qué le dirías a las mamás, hijos e hijas que están pensando en compartir este día a través de la comida?
Les diría que es una buena instancia para instalar piezas que vayan quedando en la memoria colectiva de su familia. Si voy a servir una sopa, tal vez hacerlo en un pocillo de greda. Así, cada vez que los hijos o los nietos vean la greda van a recordar, igual que yo con mi abuelita. Siento que ese vínculo tan bonito, que tiene que ver con recordar espacios en torno a la comida, se logra principalmente con la artesanía. Además, muchas de estas obras fueron creadas por otras mamás, inspiradas en su propia historia. En ese sentido, la artesanía se conecta de muchas formas con la figura de la madre.
¿Con qué piezas te gustaría que te recordaran tus hijas?
Con mi colección de loza y de platitos. Con la fuente de cerámica gres en la que les cocino el pastel de papas, que les encanta. Con este chanchito de greda que he salvado de mi sobrino por mucho tiempo. Lo saco, lo pongo, lo saco. Fue un regalo de cumpleaños, casi siempre lo pongo arriba del piano, es como un sobreviviente. Y aunque pierda alguna parte, igual lo voy a mantener porque es mi chanchito de la suerte. Me gusta pensar que algún día mis hijas van a encontrarme en estas piezas. Igual como me pasó a mí con mi abuelita. De ella heredé una cocina artesana.
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