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Entrevista: Tanya Hirsch Medina.
Texto: Andrea Ocampo Cea.
Fotografía: Hisashi Tanida Becerra.
Nos encontramos con Álvaro en la nueva Tienda de Fundación Artesanías de Chile del Centro Cultural Montecarmelo. Trae bajo el brazo un cubo de madera. Tomamos asiento para comenzar nuestra conversación.
Cuéntanos sobre tu hobby…
Mi hobby es el trabajo en carpintería. Me gusta mucho el trabajo con la madera. Soy muy de manualidades, siempre lo he sido, desde muy pequeño. Ya de viejo me he ido perfeccionando bastante y me he ido concentrando mucho más en el trabajo de ebanistería. He ido aprendiendo de manera autodidacta.Tengo una relación profunda con este trabajo de concentración, de ir perfeccionando la técnica… es un desafío constante para mi. Me gusta mucho aprender haciendo.
¿De dónde dirías que nació este interés?
De mi familia directa. Mi madre y mi padre son también muy manuales: este chaleco es el último que me hizo mi mamá, ponte tú. Ella es una tremenda tejedora y siempre está buscando cosas… no sé, agarra una piedra: la pinta; recoge desechos, los recicla y arma esculturas. Dibuja. En mi casa –desde chico– había un taller mecánico de mi papá. Él después trabajó en una fábrica donde hacían ventanas… Recuerdo estar con los atornilladores haciendo ventanas y trabajando en las máquinas. También hay algo que heredé de él –además de la manualidad– que tiene que ver con resolver cosas. No sé, si necesito poner el pebre en algo, me gusta resolverlo e invento algo. Para mi la carpintería es la resolución de un problema, no estético, aunque sí lo es, sin duda. Pero debe ser siempre funcional. Mi casa está resuelta por mi en muchos sentidos: sillas, mesas, closets… de todo. Veo las cosas como un problema a resolver y me fascina hacer eso: cranearlo, ingeniarlo, diseñarlo, embellecerlo, producirlo.
¿Cómo influye tu faceta como maestro carpintero en tu familia? ¿Se traspasa esta herencia a la siguiente generación
Bueno, yo soy padre. Tengo dos hijas, de 16 y 20 años. Y claro, ellas no son carpinteras, si es que nos referimos a la herencia en ese sentido. Pero en mi experiencia, las herencias uno las capitula y reconoce mucho después. En lo directo, las herencias para mis hijas son su mobiliario, las cosas que usan. Se da en un plano de la relación que es súper bonito. A mi primera hija cuando era muy chica, le hice una camita. Le mandé a hacer un colchón. Y de ahí en adelante, unos camarotes y después unos baúles para sus juguetes. A las dos siempre les he estado haciendo cosas, entonces han convivido, no con el objeto más hermoso o más funcional, pero es el que les hice yo y ellas estaban presentes mientras yo lo hacía. Hay algo que está en la relación, en el contexto de la relación. Además, es muy bonito el trabajo manual y es emocional también.
Hablemos de la obra que trajiste…
Me gusta mucho la música, soy bien melómano también. Hay algo ahí en la manualidad, porque toco instrumentos. El problema era dónde ponía mis discos de vinilo. Entonces hice esto (nos muestra el cubo de madera), que fue un experimento con palitos. Mis amigos, mi gente llega a la casa y me dice: “Mira, me encontré un palo”. Entonces empecé a faenar y resolví esto, que me quedó bien bonito. Aprovecho de experimentar con el tipo de encaje, en hacer las colas de milano con este ángulo, puse un pequeño separador para que los discos no se fueran todos hacia un lado… Iba a traer otras cosas pero eran un poco grandes, como sillas, taburetes, asientos, mesas.. Trato de no pegar palo con palo y ponerle un clavo: ya hice eso. Investigo tipos de uniones que sean perdurables –la calidad tiene que ver con eso– pero además que estéticamente sean interesantes y, como en la música, sentir a la persona que está detrás. Ese mundo lo entiende el cuerpo que trabaja con la madera: el trabajo con el formol, con el cepillo, con una escofina. Es un oficio físico que implica todo el cuerpo. Lo mismo que hago en el teatro, en la actuación… es algo completamente físico y emocional. Me fascina.
Estas piezas las haces para resolver piezas del hogar, pero ¿haces regalos?
Sí, de vez en cuando. Me pasa que estoy en el living de la casa y es como requetepatitas: tengo lleno de cosas con patitas, entonces empiezo a distribuir o a regalar. Porque voy a seguir haciendo… y no hago nada dos veces. No compro madera para seriar cosas. Me gusta mucho el proceso. A veces el resultado me gusta y a veces no tanto, pero siempre es un buen experimento.
¿Hay alguna técnica de artesanía a la que le tengas más cariño o alguna cercanía especial?
El esfuerzo, el trabajo y cierta excelencia hace que en cualquier ámbito de cosas siempre existan objetos alucinantes. En el detalle está la diferencia… y en la sensibilidad, porque casi todo siempre se trata de elegir. Uno elige qué hacer, cómo hacerlo, qué forma darle. Y con esa sensibilidad uno conecta. Los textiles los encuentro bien alucinantes, no sólo los vestuarios. Será por la sensibilidad de mi madre con el tejido. E incluso cuando uno ve esos árboles envueltos en lanas de colores… lo encuentro muy lindo. También tuve la experiencia muy pretérita de haber conocido a las artesanas de Rari, porque hicimos “Los Pincheira” en esa zona. Fue una teleserie de época que sucedía en el campo, entre Linares, Colbún, Rari, Yerbas Buenas. Entonces fui a verlas, porque encuentro que hacen un trabajo de tejido maravilloso, microscópico, para hacer unas figuritas… Me encantan las personas que tienen la capacidad de sensibilizarse con eso, de dedicarse a eso; es gente muy linda que transmite paz, cierta tranquilidad que está asociada al trabajo como si fuese una meditación… que es lo que a mi me sucede cuando estoy muy concentrado. Y eso se trasunta en esas personas.
