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Texto: Bernardita Ortiz Lillo.
Fotografía: Hisashi Tanida Becerra.
Francisco Dittborn (67), también conocido como Pancho, recuerda historias de su pasado en un salón rodeado por antigüedades. Son piezas que huelen a metal oxidado, aunque en un estado impecable. Se distingue en la sala un estante de madera con botellitas de vidrio. Es una réplica de un cofre médico que utilizaron veteranos de la armada chilena en la Guerra del Pacífico, entre 1879 y 1884. Al menos así lo describe la tarjeta presentada en medio de los frascos de vidrio que imitan remedios de otra época.
Se dirige a todo motor en su silla de ruedas, sin estorbar ninguno de los delicados objetos en su paso, para abrir la ventana de esta habitación que colinda con la calle Compañía de Jesús, en Barrio Yungay. Pese a sus intentos por conseguir más luminosidad en el lugar, la luz entra apenas a través de las puertas de madera blanca que cubren el vidrio. Los colores opacos de las antigüedades de madera no ayudan a aclarecer el espacio tampoco, pero por su sonrisa se nota que está conforme.
Sobre botiquines cafés se exhiben un par de máquinas de escribir. Sin él mencionarlo, estas piezas del siglo pasado se contrastan con la pequeña pizarra electrónica que se posa sobre sus rodillas. No puede hablar por su esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad degenerativa, también conocida como ELA. Una condición que por lo general parte por inmovilizar los pies o las manos, pero a Pancho se lo descubrieron hace 12 años cuando se empezó a quedar sin habla. Por eso se comunica a través de las notas de esa tablet. “Va a ser lento”, bromea por escrito en la pantalla, refiriéndose a sus respuestas en la entrevista.
Está en Museo Taller, un centro cultural que fundó hace seis años, enfocado en la carpintería. El espacio alojado en esta casona en el centro de Santiago ofrece actividades para poner en práctica el oficio y una visita guiada por salones que muestran más de 800 herramientas de antaño que Pancho ha coleccionado y que en 2016 llegaron a exponerse. “Con la Marcela Bañados primero hicimos un libro llamado Herramientas del Pasado y de ahí partió el Museo”, en sus inicios en la calle Root y ahora en Compañía de Jesús, en el Barrio Yungay.
Desde abril de 2022 se incorporó en este recorrido una exposición de Artesanías de Chile llamada Archipiélago de Artilugios. En unos bloques blancos separados entre sí, como si fueran tres islas, se exhiben Santos de Vestir, embarcaciones, un chancho chilote, un candado, entre otras piezas que son parte de la Colección Patrimonial de la fundación, todas hechas con madera y técnicas tradicionales de este oficio en Chiloé.
Algunas de estas artesanías no son nuevas para él. En noviembre del 2021 hizo un viaje a Castro para conocer a unos cultores del archipiélago y aprender de su trabajo. “Se pasó el oficio”, recuerda encantado. Le brillan los ojos cuando rememora cada una de las piezas, en especial la del barco, que dice que es su pieza favorita de la exposición. Eso sí, la que él conoció era en escala real.
Un elixir para Pancho, ya que es un apasionado de la carpintería. Pudo presenciar el proceso productivo de una embarcación de madera en el territorio que se origina y, sin él tenerlo planeado en ese entonces, hoy estas piezas están en su museo. Sin embargo, se apena cuando recuerda algo: los descendientes del artesano que hizo ese bote no quieren aprender la tradición de este trabajo.
Un oficio heredado
En Museo Taller siempre hay ruido. El zumbido de la sierra que irrumpe en un tablón hasta cortarlo, un organillo que canta cuando le giran su perilla y un montón de niños y niñas que corren, juegan, arman y desarman piezas de madera que les entrega el equipo del centro cultural tras terminar la visita guiada por los salones de exhibición. Los pequeños pasan por fuera de la sala de antigüedades y le muestran sus trabajos a Pancho. Su cara no puede más de alegría.
Una de las misiones de Dittborn para este espacio es que, más que un museo, sea un taller donde ellos puedan aprender y vincularse al oficio con las manos en la masa, o en la obra en este caso. Tal como él lo vivió en su infancia: “Creo que es una buena forma, porque se dan cuenta que no es fácil”, señala.
En la casa de Pancho eran 10 hijos, pero solo él y sus hermanos hombres se pegaban a su papá cuando lo veían en su taller cortando, lijando o midiendo alguna de sus creaciones. La pasión por la carpintería la heredó de él, quien era conocido como Maestro Dittborn por su trabajo constante e impecable con la madera.
La pista de autos que hizo su papá cuando Pancho tenía 10 años es la primera pieza que se le viene a la cabeza: su favorita. “Era muy única para la época, era grande y se fabricó para que nosotros los hermanos jugáramos”, apunta en la pizarra electrónica.
En el viaje a Chiloé, se volvió a sentir como ese niño que aprendía del trabajo en madera que su papá hacía. Se maravilló con las técnicas y la paciencia de los artesanos, pero lo que más le llamó la atención del proceso fue que no ocuparan planos, todo lo tenían en su cabeza y en sus manos. “Experiencia y oficio”, destaca.
A su vez, eso lo desesperanza. Recuerda que uno de los hijos de los artesanos que conoció en los alrededores de Castro le dijo que no quería aprender ni seguir con el oficio de crear botes de madera. ¿La razón?: “Las pesqueras pagan más”, escribe en su tablet, mientras suspira.
Esto lo bajonea. No quiere que se pierda esa tradición. La imagen de él cuando pequeño en el taller junto a su papá y el sueño de crecer como carpintero no la ve replicada en las otras generaciones. “Hay mucha competencia. TV, juegos, deporte”, anota.
Pese a eso, él se propuso un desafío: transmitir su pasión por este oficio, cueste lo que cueste.
Vivir el presente
Otra de las cosas que Pancho realmente valoró en su viaje al archipiélago de Chiloé, dice, es la relación de sus habitantes con el tiempo. “Respetan los ciclos. El invierno, los ciclos naturales cuando plantan. No se apuran”, muestra en la pizarra y esboza una sonrisa.
Pese a que eso lo maravilla, en una entrevista con La Tercera Pancho dijo que en este momento de su vida está concentrado en vivir el momento. Si bien en esta habitación repleta de objetos antiguos coleccionados por él esa frase se vuelve casi una contradicción, la ELA se ha vuelto la razón que lo lleva a buscar una cercanía con el presente: “Nadie sabe cuándo lo van a retirar a uno de este mundo. Pero yo sé que tendré más dificultad. Por eso hay que aprovechar el hoy”.
Para concretar esta motivación, ha trabajado junto a su equipo en integrar en Museo Taller más áreas que se relacionen con la carpintería, así como ocurrió con la exhibición de Artesanías de Chile. También planea expandir hacia otras regiones esta visión de “aprender en el hacer” el oficio y su cultura: un nuevo espacio en La Chimba, Antofagasta, que en un futuro abrirá sus puertas.
La clave de Pancho para lograr vivir el presente es, paradójicamente, volver al ayer: “Respetar el pasado y la historia. Creo que lo manual y el hacer ayuda a aceptar la frustración y a aceptar equivocarse”.
El Museo Taller se encuentra abierto de martes a domingo, de 10 a 17 horas, en la calle Compañía de Jesús 2784. Revisa más información en www.museotaller.cl
