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Entrevista y fotografías: Tanya Hirsch Medina.
Hace casi setenta años que María Toledo cuece sus lozas de la misma manera: arma un pequeño fuego protegido por piedras, tapado por guano de buey, en medio de un amplio patio de tierra afuera de su casa. Jamás ha sido una amenaza para nadie. Pero este verano, por primera vez sintió que el proceso que aprendió de su madre para crear jarros, fuentes, ollas y platos podría ser percibido como algo peligroso.
“No sabe cuánto me costó, no ve que tocó el incendio y me daba miedo cocerla porque iba a salir humo e iban a llegar los helicópteros. Así que me levanté tres madrugadas para echar a cocer de noche… con miedo, me hacía así el corazoncito”.
“Me levanté tres madrugadas para echar a cocer de noche… con miedo, me hacía así el corazoncito”.
Los incendios no sólo afectaron el proceso de quema. También el de recolección de materiales. Normalmente, Toledo recogía “tierra bruta” (como le llama ella), arena y guano de un bosque ubicado a un par de kilómetros de su casa. Pero se quemó por completo. Así que ahora debe ir a buscar al campo donde creció, la veta donde se inició. Es una ladera tan empinada que el auto de su sobrino no pudo subir sino en reversa la última vez que fue. La señora María clavó los zapatos en la pendiente y levantó la picota hasta llenar un saco a la mitad y cargarlo al hombro. “Esto es duro. Y acá ya no hay nadie más que haga. Yo trabajo sola”.
De acuerdo a Conaf, en el período 2022-2023 los incendios aumentaron en 468% respecto del promedio del último quinquenio. El aumento progresivo de sequías es una de sus causas. Relacionadas al cambio climático y los monocultivos de especies de alto consumo de aguas subterráneas, son una amenaza real sobre las artesanías y su continuidad.
“Esto es duro. Y acá ya no hay nadie más que haga. Yo trabajo sola”.
De acuerdo al municipio, ya no hay más alfareras en Quirihue, a pesar de estar a poco más de una hora de Quinchamalí, el centro de creación de una de las manifestaciones más tradicionales e iconográficas de la artesanía chilena. En 2022, la técnica de cerámica negra de sus alfareras fue incluída en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco que requiere medidas urgentes de salvaguarda. “No conozco a las alfareras de Quinchamalí. Conozco su trabajo pero no nos hemos juntado”, cuenta Toledo.
El Museo Antropológico instalado en la Plaza de Armas de Quirihue se compone en buena parte de piezas creadas por ella. Una vez también expuso en Ninhue y otra la entrevistaron en la radio Biobío. “Yo no sé cómo dieron conmigo aquí. Había una chiquilla que quería hacer una agrupación. Le dije que vinieran para ir a buscar greda a las cinco de la mañana, y no vinieron”, ríe maldadosa, pero luego se pone seria: “Me gustaría hacer algo. Puede que le interese a alguna más joven y que aprenda. Yo voy a estar más viejita y ya no voy a poder”.
“Me gustaría hacer algo. Puede que le interese a alguna más joven y que aprenda. Yo voy a estar más viejita y ya no voy a poder”.
Calcula que empezó a trabajar con greda alrededor de los cinco años, copiando a su mamá. Todo lo que veía, lo hacía: “Me entusiasmó más la greda porque yo hacía una pieza de loza y me daban un tiesto lleno de papas, lentejas, trigo, y la gente que no tenía llegaba con plata. Si no, la íbamos a dejar en carreta y llegábamos de vuelta cargaditas con cosas”, recuerda de esos primeros años.
“Del año pasado lo vendí todo. Igual no más sirve la platita. Todavía hay gente que tiene fuentes de mi trabajo de esos tiempos. Una señora en Pasagua tiene toda su loza que yo le hice hace cincuenta años. Esto dura mucho, solo que si cae algo, se quiebra”.
Puedes encontrar parte de las obras de María Toledo en nuestra tienda ubicada en Casacostanera (Nueva Costanera 3900, nivel 3, Vitacura).
