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Revista Digital

VIVE LA ARTESANÍA

Talagante

Inmersa en la Región Metropolitana y bañada por los ríos Mapocho y Maipo, la provincia de Talagante guarda una tradicional cerámica pintada en miniatura, introducida durante el periodo colonial por las monjas españolas del monasterio Santa Clara. Desde entonces, su oficio ha sido traspasado de generación en generación por mujeres; loceras nacidas y criadas en Talagante que aquí comparten sus mejores datos para sacarle el jugo a la zona en un día.

Talagante, lugar de brujas 
Aunque su nombre lo dice -del quechua Talacanta, que significa lazo de hechicero-, la fama de las brujas en la zona alcanzó su apogeo en un momento impreciso entre el siglo XIX y XX, cuando los talagantinos comenzaron a reportar supuestos avistamientos de mujeres que se dedicaban al arte de la hechicería que, con los años, fueron personificadas en figuras populares como la de “La Quintrala” (Catalina de los Ríos y Lisperguer), considerada una de las primeras brujas criollas.

Para combatir el “mal de ojo”, se cuenta, existían las meicas; curanderas de campo que se dedicaban a contrarrestar maldiciones con métodos como “el santiguado”, que consistía en recitar pasajes del evangelio con ají, toronjil y alhelíes en mano, tres veces un martes o viernes, cuando los espíritus venían, dice la tradición oral. De todo lo que se dice, aseguran l@s locales, una creencia se mantiene: a las cuevas que hay en el cerro emplazado en medio del río Maipo, entre Lonquén e Isla de Maipo, pocos entrar pues allí era donde acontecían los aquelarres.

Visitar el local de las hermanas Olmedo
Marisol y Teresa Olmedo Díaz son hermanas y parte de la quinta generación de su familia que se dedica a preservar a la cerámica tradicional de Talagante; figuras decorativas hechas de loza policromada, inspiradas en los árboles frutales que les rodean y las aves que cantan en sus patios, pero sobre todo en una larga lista de personajes populares de la cultura mestiza rural. Huasos, cantoras, parejas de cueca, chinchineros, organilleros y los clásicos cochayuyeros y polleros que solían verse en las avenidas. Para crear estas pequeñas, pero representativas piezas del imaginario del Chile central, Marisol y Teresa se ciñen a la técnica tradicional; la misma que se ha venido traspasando de madre a hija desde su tatarabuela, la artesana María del Rosario Toro, una de las últimas loceras de la zona en perfumar sus piezas con aroma a rosa como hacían las religiosas en época colonial.  

Salvo por eso, aseguran, el proceso es casi el mismo: en vez de preparar la greda de los terrones, las loceras la compran en Pomaire en grandes pelotas que van esculpiendo con paciencia. Untando sus dedos en un pocillo con agua para alisar la superficie o vertiendo la greda en moldes que han heredado de sus madres o han fabricado ellas mismas. Cualquiera sea la pieza, cada parte es hecha por separado; primero el cuerpo, luego la cabeza; primero el tronco, luego las frutas, que unen para luego secarlas al sol. 

La cocción es artesanal, en tambores de fierro tapados con leña, y el tiempo de quemado es al ojo; cuando las piezas alcanzan un tono rojizo específico, que toda locera reconoce. Para que queden firmes y brillantes, cuando las piezas están frías las cubren con una capa de agua de cola granulada y luego las pintan. Cada locera tiene su propia paleta, que obtiene mezclando esmaltes sintéticos que les permiten una amplia gama. Las mismas figuras que han sido exhibidas en el Centro Cultural La Moneda, el GAM y la ciudad de Tokio, son las que pueden encontrarse desde $10.000 en la tienda de las hermanas Olmedo, ubicada en O’Higgins 1287 (en la esquina de la plaza de armas), que abre de lunes a domingo, entre 9.30 y 14.30 horas.  

LAS LOCERAS RECOMIENDAN: 

Un vivero con 600 especies
Las seis hectáreas que componen el vivero Las Brujas de Talagante pueden recorrerse a pie; bajo acacias florecidas y castaños maduros, entre arbustos y enredaderas a medio crecer, observando los cientos de esquejes de rosas, lirios y suculentas que crían desde los años sesenta. “Mi papá, Pablo, partió el 62. Se vino de Osorno a Talagante y se instaló justo aquí, donde partió con puros frutales. Después semillas de hortalizas, luego de rosas y así. Hoy día me atrevo a decir que somos uno de los viveros más surtidos de Chile”, dice orgulloso Carlos Titze, quien desde el año 2000 está a cargo de continuar la posta de este criadero verde ubicado en Camino El Oliveto 835.

Por la dimensión del vivero, cuenta Carlos, a Las Brujas de Talagante llegan a comprar en camionadas cementerios, inmobiliarias y constructoras, pero siempre hay un tesoro por encontrar para quienes andan a pie, asegura. Los precios son generosos: suculentas desde $450, flores listas para trasplantar desde $3000 y colas de zorro de casi un metro a $4000, por ejemplo. Si se quiere ir a la segura, antes de visitar se pueden consultar las especies disponibles en el buscador de su web o llamando al 97 767 5426. Lo que no cabe en el auto, asegura Carlos, puede ser despachado. Abierto de lunes a viernes entre 8 y 18 hrs., y sábado entre 8 y 14 hrs. 

El chancho a la chilena de los Aravena
Según Hernán Aravena, tercera generación a cargo del restorán de la familia Aravena que queda camino a El Monte desde Talagante, su abuelo José murió cocinando. “Con el mismo entusiasmo que en 1947, cuando partió vendiendo pan amasado en bicicleta a los mineros de Naltahua que pasaban por aquí en caballo”, rememora. Después del pan vino el chancho a la chilena, que José Aravena Pérez cocinaba de un día para otro y ofrecía en el comedor de su casa, siempre acompañado de papas cocidas y una jarra de vino artesanal. La voz corrió rápido, cuenta Hernán, y de pronto José se vio comprando el chancho entero para vender arrollado, costillar, pernil y lomito. La versión a la chilena de su abuelo, asegura Hernán, se prepara hasta hoy de la misma forma: con manteca, a la antigua, en un jugo de ajo con vinagre. 

Hasta los años noventa fue así, a puro chancho, “hasta que llegó la crisis y mi abuelo nos convocó a mi mamá y a mí. Para salvar el negocio decidimos agregar las parrilladas”, cuenta Hernán. Siete años después se instalaron en un local más grande que bautizaron como El Aravena Auténtico: dos hectáreas de puro verde emplazadas justo en frente del local original (conocido como “el Aravena viejo”), cuyo comedor dispone de 150 mesas con vista a una granja abierta, donde es posible ver ovejas, alpacas, ciervos y aves. Salvo por la mantequilla y el chorizo, asegura Hernán, todo lo que se sirve es preparado allí, desde al pan amasado hasta el chunchul y las ubres. En honor al abuelo vale la pena probar el Surtido Casero Aravena, que incluye costillar, prieta, pernil, arrollado, chuleta y papas cocidas para saborear entre 2 o 3 personas ($12900). Si la parrillada no es lo suyo, siempre se puede hincar el diente al pastel de choclo ($10980) o la cazuela de ave con chuchoca ($7880). Abierto de martes a domingo, de 12.30 a 17.30 horas. Avenida San Antonio 0132, Lo Chacón, El Monte. Reservas al 22 818 1921.

Atardecer en la Viña Undurraga
De lunes a domingo y en cuatro horarios diferentes es posible apuntarse al tour Sibaris de la Viña Undurraga; una de las bodegas más antiguas de Chile, fundada en 1885 en pleno valle del Maipo y conformada por 55 hectáreas plantadas. Se trata de una caminata guiada, cuyo punto de inicio es en un parque diseñado por el mismo paisajista que estuvo a cargo del Parque Forestal de Santiago; el francés George Henry. El recorrido continúa en el viñedo, donde los asistentes podrán identificar y observar el proceso de vinificación de variadas cepas para luego visitar la bodega. El tour concluye con una degustación de tres vinos reserva (y la posibilidad de adquirir ejemplares a precios preferenciales), que vale la pena disfrutar admirando las piezas de artesanía chilena que allí se exhiben. $16.000 por persona reservando con 24 horas de anticipación aquí. Niños de hasta 14 años entran gratis. 

Pastelería artesanal al paso 
Adriana Molina (88) empezó en su casa, cuando tenía 28 años, haciendo las tortas de cumpleaños de sus hijos. “La clásica torta de las abuelas que lleva bizcochuelo y mermelada, bien mojadita, con merengue por fuera”, describe, con una oreja puesta en el teléfono y la otra en su pastelería; una pequeña fábrica que fue levantando aledaña a su casa. “Familiares, amigos, vecinos me pedían una, dos, tres tortas. Después me entusiasmé con un curso de pastelería en el Inacap, pero me quedé más con lo mío, más casero, no poniéndole tanta cosa. Es que nada reemplaza a la pastelería artesanal”, dice. 

Salvo por las mezclas y el batido, asegura, en su pastelería todo es hecho por sus manos. Y sin importar el día o la hora, a la suerte de la olla se encuentran sus tortas: manjar mermelada, manjar lúcuma, selva negra, panqueque o mil hojas, todas están pensadas “para sacar de apuro la once como hacían las abuelas”, repite Adriana, y canta el precio: desde $6500 para seis o siete personas. Si se anda en grupos más pequeños, vale la pena probar el kuchen de manzana nuez ($8000) y los alfajores chilenos ($500). La Pastelería Cosas Ricas está ubicada en Los Aromos 1418 y abre de lunes a sábado; entre las 10.30 y las 13.30 horas, y las 15.30 y 18 horas. 

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  • 16 Amarillo
  • 25 Azul
  • 23 Beige
  • 153 Blanco
  • 289 Café
  • 101 Gris
  • 1 Marrón
  • 22 Morado
  • 150 Multicolor
  • 9 Naranjo
  • 66 Negro
  • 27 Plata
  • 43 Rojo
  • 18 Rosado
  • 28 Verde
  • 1 Api
  • 1 Caramelo
  • 5 Celeste
  • 1 Lila
  • 1 Narajnajo
  • 1 Turquesa

Material de la pieza +

  • 111 Cerámica
  • 35 Fibra animal
  • 11 Lana
  • 112 Madera
  • 49 Plata
  • 39 Tela
  • 1 Alpaca
  • 1 Cacho buey
  • 11 Cuero
  • 116 Fibra de alpaca
  • 119 Fibra vegetal
  • 319 Lana de oveja
  • 3 Metales
  • 3 Piedra
  • 13 Yeso
  

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