Nota publicada en la Revista Vivienda y Decoración.
Según explica la directora ejecutiva, Claudia Hurtado, la remodelación –desarrollada por la diseñadora Carolina Delpiano– implicó partir con un concepto, que en este caso fue ‘un sencillo, pero gran emporio artesano emplazado en un galpón sureño que diera a conocer, sin pretensiones, nuestra identidad’. Se eliminó el cielo falso, dejando los ductos a la vista; se mantuvo el piso de madera, pero se pintó de un color celeste, similar al tono del mueble perimetral de más de 30 m de largo, y se diseñaron mesas, vitrinas, bancas en maderas nobles, creando un almacén con atmósfera familiar y a la vez contemporánea.
El recorrido por este largo recinto –haciendo un parangón con la forma del territorio chileno– comienza con la exhibición de un conjunto de chemamüll –enormes esculturas mapuches talladas en madera– realizado por el artesano Antonio Paillafil. Luego, el visitante se sumerge en el vasto mundo de la artesanía, ordenado por oficios: textiles aymaras –bufandas, ruanas, chales–, reproducciones de cerámica de distintas culturas precolombinas, cestería tejida en fibras vegetales, alfarería, tallados, etc. Asimismo, hay pantallas que van mostrando los distintos procesos productivos para conocer y por ende valorar la riqueza artesanal de Chile.
Junto con las piezas a la venta, se mantuvo un espacio central para exhibiciones que irán cambiando. Una vez que se abra la tienda y hasta fines de mayo, se mostrará, por ejemplo, ‘Herederas del Llalliñ’, colección de mantas y trariwes (fajas de mujer) realizadas por 17 artesanas mapuches de Padre Las Casas y Cholchol. Con la reapertura volverán también las actividades para el público. ‘Siempre hemos tenido un sector educativo para los talleres gratuitos, que en tiempos previos a la pandemia dictaban artesanos tradicionales de distintas zonas rurales que viajaban a Santiago para entregar sus conocimientos. Si bien el espacio conserva la misma lógica, fue repensado de manera lúdica; por una parte, con un espacio para que tanto niños y adultos puedan jugar, experimentar y aprender metiendo las manos en la masa; y por otra, un lugar para que los artesanos dicten sus talleres y se sientan acogidos y en su casa’, explica Hurtado.